sábado, agosto 27, 2005

Parapetado en Java...

Hay momentos en la vida en los cuáles todo parece inconexo, está todo desconectado y uno se siente un poco diperso; fragmentado. Es como si no estuviera en armonía con el universo, y especialmente con lo que le sucede, con lo que lo rodea y le toca vivir; uno parece inmerso en un sueño en lo que poco tiene sentido. Las cosas pierden su intensidad y las personas su magia, la energía desciende (como para tomar envión?) y la percepción del tiempo se hace insulza y sin sentido.
La vida es una oscilante carrera con obstáculos y la dirección del barco es más bien intuitiva que certera. Diferentes acontecimientos nos empujan, nos atraen, nos llevan de un lado a otro como una bolita de flipper y por ahí, de rebote, terminamos llegando a buen(?!) puerto. Ese puerto muchas veces no es el que esperábamos, el que anhelábamos o al que queriamos llegar. En el viaje pasan muchas cosas, nos perdemos y nos encontramos y resulta que ya somos diferentes al que éramos antes; las peripecias nos convierten en nuevos extraños. Aparecen las redefiniciones; muchos cambios gracias a dos personajes siempre presentes: el dolor y la alegría que son los grandes catalizadores de los terremotos en nuesta personalidad.
Pero en éstos casos, cuando la mano viene oscura -en las malas- y la perspectiva no es la mejor ahi aparece la filosofía irreductible que nos refresca con su sabiduría; ella dice que hay que aguantar; hay que saber esperar.
Pero no es una espera estática ni un "esconderse", no es una cuestión de cobardía si no más bien de respetar un ciclo. Es más bien es una espera cargada de aguante, sabiendo que hay que pasar el trago, el mal momento. Hay mucha garra y anelo en esa espera; y si bien es con la cabeza gacha -ya no nos da ganas de mirar las estrellas?- y las energías escasean tenemos la fe intacta y misteriosa de que pronto nos conectaremos de nuevo al universo.
No sabemos cuando ni dónde, ni por qué. Puede ser mañana, en un mes o de acá a un par de horas. Puede ser redescubrir el sabor del dulce de leche en la rosca, puede ser escuchar esa canción, puede ser un diálogo, una cara, un acción, un comentario; pero algo es seguro: de alguna forma u otra nos iremos conectando con el universo y todo cobrará luz e intensidad.
Será una secuencia creciente de pequeños efectos en cadena que nos llevará finalemente a ver bien erguidos la luna y las estrellas en una noche despejada que seguramente nos devolverá el guiño cómplice... ahora es solo cuestión de aguantar.